MASCARILLA EN LUGAR DE VACACIONES

MASCARILLA EN LUGAR DE VACACIONES

Es una imagen inspiradora que se repite en costas de muchos países: grupos de gente recogiendo las mascarillas que otros –menos considerados- dejaron en las playas. De acuerdo a cifras entregadas por la ONU, se espera que hasta un 75% de los desechos generados en la lucha contra la pandemia terminen en los océanos. Esa gente está haciendo algo realmente loable, el problema es que, en las playas o en vertederos, las fibras plásticas en las mascarillas se van a tardar 450 años en desaparecer.

Incluso en países con sistemas e infraestructuras eficientes de reciclaje, la adaptación a este nuevo residuo es compleja y queda normalmente en manos de pequeños innovadores a una escala prácticamente artesanal. Sumado a la dificultad que representan su uso (tan personal) y sus características materiales, existe el temor fundado de que no seamos capaces de gestionar todas las mascarillas que circulan por el mundo.

Evidentemente las mascarillas se diseñaron con la protección en ambientes hospitalarios como prioridad, pero ahora que vemos su uso extendido a la cotidianeidad de toda la población, necesitamos urgentemente opciones sostenibles. En Francia ya se están haciendo con fibras de cáñamo y corte laser, en España está a la venta una mascarilla quirúrgica compostable, y en Chile existen marcas que las han desarrollado con la misma tela reciclable con que se hacen las bolsas reutilizables.

Si estas alternativas no parecen al alcance, el mismo Ministerio del Medioambiente ha recomendado el uso mascarillas de tela reutilizables. Lo importante es lavarlas frecuentemente, especialmente después de haber estado expuesto a aglomeraciones.
En este momento las mascarillas de tela no solo pueden verse como una manera de rescatar retazos de material textil, también, como todos hemos podido ver en ferias y rrss, se han convertido en alternativas de emprendimiento para muchas personas.